Hace unos años, llegó la oportunidad de tomar el curso de paramotor en el mismo lugar donde llegó la oportunidad de aprender a kitear. En la mágica laguna de agua salada, Isla Blanca, México.
Tiempo soñando poder volar y la estrella alcanzar..
Después de un par de días de teoría aerodinámica, pasamos a la practica. El curso tomó alrededor 9 días ya que en algunas ocasiones las condiciones del viento no eran favorables. Se necesita un viento menor a 12 nudos para tener un despegue y aterrizaje más controlado.
Un grupo pequeño de 4 contendientes a piloto de vuelo de libre, dirigidos por el buen maestro del vuelo libre en México, el Pana, de la primer escuela de vuelo libre en méxico, Alas del Hombre, ubicada en el pueblo de Valle de Bravo.
Uno de los datos que más tranquilidad nos dió en la parte teórica del curso es el hecho de que las velas de parapente tipo a, velas tipo escuela, están diseñadas de manera que la vela recobrará su forma en 3.5 segundos, de algún colapso por turbulencia. Así es, este dato lo soporta nuestra ciencia tecnológica aplicada a herramientas deportivas de alto rendimiento. 3.5 segundos y un ala básica, recobrará su forma de algún colapso dado.
Después de algunos días de práctica de aterrizaje y despegue solo con la vela, cargar el motor, prenderlo en el momento adecuado, girar, caminar con el y la vela y realizar vuelos en tandem, es decir con el instructor como piloto; parece que estamos listos para efectuar los primeros vuelos en modo solo.
foto: Agatha Lanz
La adrenalina corre por las venas, al saber que es mi turno para efectuar mi primer vuelo solo. Para lo cual requirió toda una labor de concentración, paciencia y tranquilización de la presión cardiaca, ya que por razones de nervios y condiciones no tel todo fáciles por parte del viento, me costó varios intentos levantar la vela y posicionarme correctamente para despegar con éxito.
Después del intento fallido numero 9, el pana me pregunta si quiero tomarme un tiempo, a lo cual le respondí que no. No quise sucumbir ante la presión del momento y perder ese primer intento de vuelo. Seguí intentando y podía ver en las caras y gestos de mis compañeros y amigos, la duda sobre si lo lograría.
Al intento numero 12, logro colocar la vela alineada en el zenith, giro, prendo el motor e inicio a correr encarando al viento y acelerando el motor hasta que de pronto ya no siento estar tocando el suelo, aunque mis pies seguían moviéndose. Me siento en el asiento, coloco los pies en posición e inicio ascenso en forma de 8, perpendicular con respecto a la dirección del viento, observando cada vez más pequeños a mis compañeros.
fotos: Agatha Lanz
Al subir a más de 800 mts y ver las nubes mucho más cerca, apago el motor y entonces empiezo a planear con el viento; según yo a semejanza de las fragatas, aves maestras del `soreo´.
Las fragatas con su diseño ultra aeronáutico, pueden pasar todo el día completo allá arriba, suspendidas, flotando, termaleando. De hecho dicen que pueden dormir volando. Como si entraran en una meditación profunda y simplemente se fusionan con el viento. Como si el cielo, las nubes y el viento, se convierten en su nirvana.
El águila es un animal de poder y sagrado para los Aztecas, Lacotas y varias otras tribus ancestrales . El condor es el animal sagrado para los Incas. Ellos creían que el condor volaba todos los días antes del amanecer a la dimensión oscura para traer al sol de regreso y dar vida en esta tierra.
foto: Agatha Lanz
Allá arriba, apenas se escucha el ligero silbido que el viento crea al rozar la vela. El sonido del vuelo libre, tiene un efecto a nivel neuronal que te transporta a distintos estados del ser, estados más contemplativos y apacibles.
foto: Agatha Lanz
Después de besar al sol y sentirme por unos instantes una fragata, recibo la señal por el radio de que es hora de regresar a tierra, por lo que inicio el descenso con el enfoque en un aterrizaje suave y exitoso.
Con toda esa química extática generada en el sistema celular, dada la recién asaña lograda, una sonrisa auténtica interna y externa se manifiesta.
foto: Agatha Lanz
El estar suspendido en el aire, flotando, observando a distancia la tierra que hace ver de pronto diminutos los árboles y construcciones como cuando ves hormigas en el suelo, te hace saber que estas a la merced del aire, la ciencia humana y la vida.
Ese momento en el que te entregas al aire y a la vida es cuando entonces te fusionas por completo con el instante. Por ese momento, volamos; por la integración total de uno con el entorno.